Es un hecho que la moda ha apostado por el running y anima a qu
e todos nos calcemos las zapatillas sin renunciar al estilo. Con estos tres conceptos, comunicación, running y moda os presento a Miss Leggings Run*, un blog que busca adentraros en la disciplina runner, mostraros la variedad de looks sport que nos ofrece el mercado y, a su vez, demostraros que los retos pueden conseguirse, cada uno tiene marcarse los suyos e ir a por ellos.
Cinco meses delante del ordenador, escribiendo posts e imaginándome como sería ese día, la llegada a meta de la Maratón Valencia. Ahora me siento distinta, pulsando las teclas cargada de sensaciones. ¿Emocionada? Mucho. ¿Feliz? Por supuesto. ¿Extraña? Más. Aquellas líneas que empecé lanzando mi reto ya tienen un final.
Abría los ojos y ese esperado y temido día había llegado. El madrugón correspondiente, desayuno y rumbo a la cita. Concentraciones de corredores, festejos, pancartas, risas… todos teníamos un reto que cumplir. Se respiraba mucha ilusión y eso se contagiaba.
Llegaba el momento de situarse en el cajón de salida, mis nervios ya me habían hecho olvidar que el color de cada dorsal indicaba donde tenía que colocarse cada corredor. Con los pies en la tierra, el color naranja me esperaba, los de 4:15. ¡Era una más, estaba entre los maratonianos y futuros finishers! Y… lo hice… pise la línea de salida, ¡Arrancaba la Maratón Valencia!
Maratón Valencia ¡Grandes los 42,195 m!
Tenía un plan de carrera, mantener un ritmo cómodo y no dejarme llevar por la emoción del pistoletazo de salida. ‘¡Contrólate! ‘. Llevaba mi música, pero pensé en no usarla al inicio. Estaba avisada de que tenía que disfrutar del ambiente. Apenas pasaron unos metros y no pude resistirme, me coloqué los cascos. Avancé unos metros más y decidí quitármelos ‘¿y si me estoy perdiendo algo’?’. Fueron momentos de indecisión, inseguridad… veía que la carrera me quedaba grande. Tuvieron que pasar pocos kilómetros para encontrarme cómoda, no dejaba de mirar el pulsómetro, me preocupaba ir más rápida de lo que tenía planificado. Tuve que llegar al kilómetro 8 para comprobar que podía dejar de mirar constantemente el reloj, corría segura y cómoda. Llegué al kilómetro 10 y pensé: ‘Voy bien’. Me habían aconsejado que alcanzase el 10 y sintiese como que empezaba la carrera, y así fue. ‘¡Empezamos la prueba, vamos a por un largo de 30km!’. Música, gritos, risas entre corredores… esto ya era otra cosa.
Quería vivirla al máximo. Es cierto que corría sola, pero eso no fue un problema, es increíble como arropaba el público. Gritos de amigos, familiares… cada vez que veía a alguno de ellos yo misma les agradecía cada mensaje de ánimo. Y que decir de cada llamada inesperada gritando ‘Miss Leggings Run’. Solo puedo decir ¡OLÉ! Paso el kilómetro 15 y empiezo a notar molestias en las plantas de mis pies ¡ya estamos con las ampollas! Le resto importancia. Llegaba al kilómetro 21 y seguía con la sonrisa en la cara, miro el reloj y para mi sorpresa se había quedado sin batería… de nuevo a mis inicios, sin control. Me repito: ‘No pasa nada, llevas el ritmo, solo tienes que mantenerlo’. Así que superé el kilómetro 28 y grité ‘wowww, ¡es el 28!’. Un par de kilómetros y llegaba al 30. Mi cabeza se autoconvencía de que ya estaba todo hecho, apenas 12 km me separaban de la meta, pero algo estaba pasando, la rodilla empezaba a alertarme. Mi rodilla derecha, la operada, la que no me había dado problemas durante estos cinco meses de entrenamiento ahora llamaba a la puerta. Fue aquí cuando mi cabeza empezó a pensar más de la cuenta y mi estado de ánimo a decaer. Me encontraba en una parte del trayecto en la que necesitaba una dosis de ánimo, un grito, un empujón…
De repente una voz conocida me llama y aparece Álex Heras (compañero blogger) en el km 33: ‘¡Venga no pares!’. Apenas corrimos unos metros juntos y luego lo perdí, pero me había levantado el ánimo. Mis piernas querían ir más deprisa, pero la rodilla no me dejaba, el dolor era cada vez mayor. Me repetía: ‘Mira al frente y sigue’, solo buscaba ver en qué kilómetro me encontraba, ya estaba perdida. De repente, a lo lejos vi una cara conocida, allí estaba José Sucman (otro compañero blogger), él me dio el empujón final: ‘¡Te quedan solo tres kilómetros!’.
El kilómetro 40 me esperaba: ‘¡Hecho!’. ¿Hecho? Creía que los dos últimos kilómetros serían pan comido, pero se me hicieron interminables. La animación era increíble, pero solo pensaba en llegar. Recuerdo gritos llamando mi nombre, ‘¡Os escuchaba!’ Mi señal era levantar la mano con la botella, ¡gracias, me dabais fuerzas! Buscaba la voz de Joxe Speaker, sabía que estaba en el kilómetro 41, era la última dosis de gasolina que necesitaba y no la escuchaba… pero ahí estaba, en la curva, dándolo todo, animando a cada corredor que pasaba. ‘¡Joxe, estoy aquí!’. Gran mensaje de ánimo y ya no pude contener la emoción. ‘¡Estaba entrando en la pasarela!’. Una recta final en la que me estaba esperando mi familia, amigos y ¡no los oí! Estaba tan concentrada en la meta que no los vi… Giraba la curva y pisaba la gran tarima azul sobre el agua. La imagen que tanto había soñado la tenía delante… ¡Crucé la línea de meta, era maratoniana!
Sensación extraña porqué creo que todavía sigo sin ser consciente de lo que he hecho, ¡He corrido una maratón! Finalmente en 4h 18 min. Como bien decís, el tiempo no es lo importante, lo que realmente importa es cruzar esa línea de meta tan soñada.
PD: Como bien me advirtieron, esta vez no quise hacer pruebas ni estrenar conjunto nuevo. Así que repetí, volví a correr con el mismo look de la Media Maratón Valencia, shorts y top de Under Armour, y mis zapatillas Micro Monza, ¡que ya se han hecho sus kilómetros!
*Gema Payá es periodista y amante de todo lo que inspira comunicación. Fan del deporte y en especial del running. Incansable en la búsqueda de ideas y nuevos retos. Escribre en www.missleggingsrun.com y podrás seguirla en @MissLeggingsrun.