UNA SOCIAL RUNNER es el espacio de Loles Sancho* donde os va a ir contando todo lo que le aporta el running en su día a día. Será un espacio en el que os hable de motivación, esfuerzo, proyectos, espíritu de superación, lucha, éxitos y fracasos. Porque como dice Loles: “Siempre hay un motivo por el que empezar o dejar algo, lo importante es saber qué es lo que nos mueve a hacerlo”.
En mi anterior post Asignatura pendiente: ganar sufrimiento os hablaba de mi objetivo para la 10K de Gandía, la cuarta prueba del Circuito de la Diputación de Valencia, y de mi objetivo en ella. Aprender a “sufrir” mientras compito y llegar a meta pensando que no me dejaba nada dentro.
Hacía una tarde muy agradable, la playa de Gandía rebosaba una mezcla de ambiente de ocio-festivo con otro deportivo. No noté en exceso la humedad de estar al lado del mar. Llegué mentalizada, muy mentalizada y muy centrada en mi objetivo “correr desde el primer kilómetro a unas pulsaciones altas, unas pulsaciones que me hicieran ir forzada pero no agónica, como se suele decir. Ir al límite en cuanto a ritmo cardíaco se refiere” y con la mente y el cuerpo centrado en ello, en pasar kilómetro a kilómetro en ese estado sin caer en el error de llegar al kilómetro 7 y reventar.
A veces es difícil no dejarse llevar por la euforia de llevar un dorsal enganchado a la camiseta con unos imperdibles. Hay que mantener la mente focalizada en tu objetivo porque si no te dejas llevar y en la mayoría de los casos nos aceleramos y la pagamos.
Comienza la carrera, me doy cuenta de que no puedo correr, hay muchísima gente delante, gente que no respeta los cajones de salida y que obstaculiza al resto de corredores. No se puede salir del cajón de 45min cuando llevas un ritmo de 6 min/km, aunque sea por respecto al resto de corredores, pero es lo que hay, y es un hándicap con el que debemos enfrentarnos en cada carrera.
Hasta los 500m no puedo coger ritmo y veo que se pasan los minutos, así que hago valoración y decido acelerar los últimos 500 metros para conseguir el ritmo de 4´30” en el primer kilómetro. Cuando llego al primer kilómetro llego forzada, pues los últimos 500m los he hecho demasiado rápido, a cerca de 4 min/km pero estoy en carrera, así que empiezo poco a poco a regular ritmo y a ponerme a 4´30.
Van pasando los kilómetros y acompaso la respiración, escucho mi música, veo que voy en tiempo y eso me motiva a seguir “sufriendo”. Salto alguna botella de agua que algunos corredores dejan en medio del trazado, otra cosa mal hecha, es muy peligroso, pero comprendo que haya veces que no nos acordemos de que llevamos gente detrás.
Llegamos al kilómetro 7.5km y entramos al paseo marítimo y ahí se hizo la magia. Lleno de espectadores, repleto, a ambos lados. Olor a mar, luces que iluminan el adoquín que nos lleva a la meta. Y un compañero de mi club sigue a mi lado, me ha cogido en el 7k, se gira de vez en cuando a ver si le sigo, y ahí estoy yo, a “modo olla exprés”, pero no me detengo ni aflojo el ritmo, es más, se me van las piernas. Pasamos por el kilómetro 8, ya queda menos, veo cada vez a más gente, agacho la cabeza y sigo centrada, controlo mi mente más que nunca y me encanta esa sensación porque me doy cuenta de que es poderosa.
Pasamos por el kilómetro 9 y entonces mi mente me dice “Loles, sólo quedan metros, has dejado atrás el 9, sólo quedan metros”. No veo el reloj de meta todavía, yo voy mirando al suelo y noto que el ritmo cardiaco se sube pero me da igual, estoy llegando, resoplo, el aire ya no entra con facilidad a llenar los pulmones, es más, me pita el pecho, pero continuo porque sé que puedo y porque no queda nada, sólo unos metros. Mis sensaciones son buenas, las piernas están ligeras, braceo bien,…sigo con el control total y absoluto de mi cuerpo y de mi mente. Y por fin veo el reloj y se me pasa todo, se me aceleran las piernas, me pongo a un ritmo mucho más bajo que el previsto y no me duele nada y respiro perfecta. La luz del reloj me destella y no veo a gente, solo meta, ni siquiera veo a los corredores que llevo al lado. Estoy yo allí sola tratando de pasar por debajo de ese arco.
Paro el crono en el minuto 45, como deseaba hacer. Me acabo de demostrar a mi misma lo que valgo en estos momentos, ni más ni menos, y de que puedo hacerlo sola.
Hoy sé donde estoy, sé cual puede ser mi objetivo para mi siguiente carrera y no será bajar 3 minutos, porque para eso necesito muchos meses. Y ¿sabéis qué? Que saber dónde estoy y poder fijar objetivos realistas es algo que me hace quitarme presión y entrenarme muy motivada para conseguir un objetivo alcanzable y no otro irreal y equívoco.
Soy Loles Sancho corredora popular del CD Camp de Morvedre y Social Media de 42k Running. Me apasiona el deporte desde hace muchos años, trabajo como freelance en Marketing y Comunicación Online, soy formadora, ponente y bloguera. También estoy trabajando para lanzar una startup y escribiendo un libro. Pero por encima de todo eso, soy una madre que lucha día a día para ayudar a su hija a reducir las barreras de su discapacidad. Me puedes encontrar en @lolessancho o LinkedIn.