Un Maratón es un evento muy especial. Para todo aquel corredor o corredora que participa y para las personas que lo viven y disfrutan desde la barrera. Si, además, lo vives en primera persona desde un primer plano privilegiado, la magia del maratón y su enorme atracción te acaba atrapando. Así le ha pasado Vicent Sempere (@vicentsempere) se estrenaban en esta gran cita. Y ésta es su crónica.
Esta edición del Maratón Valencia ha marcado un punto de inflexión en mi humilde y gris trayectoria como runner. La viví entre bambalinas, como periodista, gracias a la oportunidad que me brindó de ejercer por unas horas mi profesión mi colega Luismi del Baño y su proyecto Running CV, una revista impresa gratuita que pronto verá la luz en las grandes citas atléticas de nuestra comunidad autónoma.
Disfruté de este maratón desde las calles de la ciudad, buscando escenas familiares, palpando el ambiente; desde la meta más tarde, esperando esas historias anónimas de corredores que se lanzan a la aventura de los 42,195 kilómetros por primera vez en su vida.
Pero antes de que llegaran esos corredores en los que me vi reflejado, aparecieron los atletas de élite. Los vi pasar por la Alameda en el kilómetro 17. Como motos. Apenas una hora después, llegaba a meta el keniano Jacob Kendagor (2:08:39), seguido pocos minutos después por el resto de africanos del paquete de corredores que la organización había contratado con el ánimo de rebajar -finalmente sin éxito- el récord de la prueba (2:07:14).
Las caras de esos atletas no transmitieron sentimientos. Se abrazaron entre ellos. Rechazaron las bebidas que los voluntarios les ofrecieron. Vomitaron tras poner sus cuerpos al límite durante poco más de dos horas. Algunos se desplomaron sobre la moqueta azul.
En esa atmósfera de contrastes, del maratón como competición y del maratón como meta personal, decidí que quería correrlo. En Valencia y en 2015. Lo que antes me parecía una locura, desde el domingo pasado lo afronto como una ilusión con visos de realidad.
Llevaba ya semanas madurando la idea. Mi amigo Vicente Gozalvez, compañero de kilómetros en las montañas de Alborache y sus alrededores, me machaca con el tema cada vez que quedamos para entrenarnos. Observar las caras de felicidad de los miles de corredores que cruzaron esa meta, hablar con muchos de ellos, arrancar sus primeras palabras tras el largo sufrimiento, me acabó de convencer.
Vi llegar a Mario Rovira y a Toni Vázquez, dos máquinas que bajaron con facilidad de las tres horas. Contemplé como deambulaba sin rumbo buscando agua al yatovero Cristian. Acabé una entrevista y aparecieron delante de mis colegas de profesión Paquito Pérez y Álex Heras, rotos de dolor, pero con un rostro de satisfacción que no exhibía, por ejemplo, el keniata Kendagor tras su triunfo.
Penyo de Puçol, con su prótesis en la pierna derecha; mi hermano Fran Guaita, rodeado de micrófonos de la emisora en la que trabaja al cruzar la linea de meta; Joxe Speaker, en el kilómetro 41 dando el último empujón a los héroes y heroinas del maratón… Son escenas que me rondan todavía por la cabeza y que me acabaron de convencer de mi idea.
Queda todavía un año por delante. Varias medias maratones que tengo en mente, repetir en Behobia-San Sebastián, correr el trail de Alborache, hacer varias San Silvestres con mi hijo… Pero lo más importante ya está hecho: quiero ser maratoniano. ¿Quién más se apunta?
Vicent Sempere es Licenciado en Periodismo y corredor aficionado. Community manager. Social media.